jueves, 8 de diciembre de 2011

Nueva casa

Mariano era un chico listo, inteligente, fanático de Frank Sinatra, que cumplió su gran anhelo que era poder irse a vivir solo. Sus padres ya lo tenían harto al pobre. Alquiló una casa que había visto publicada en el periódico a un muy buen precio. Habló con el dueño y arreglaron sus asuntos bastante rápido.
El dueño, macanudo; era un viejito curvado que andaba con un bastón que lo ayudaba a caminar. Le comentó que era su primer alquiler y que estaba muy contento que rápidamente el chico se haya interesado.
Lo invitó a pasar para que viera la casa, hasta amablemente le invitó un té que el joven cordialmente aceptó. Charlaron de sus vidas, al viejito le gustaba hablar mucho, Mariano se limitaba a escucharlo. Después quedaron que en unos pocos días Mariano ya se iba a instalar en su nuevo hogar.
A los pocos días sucedió lo esperado, Mariano le pagó por anticipado el mes como le había pedido el viejito y ya estaba contento en su nueva casa. Esta era chica, bastante simple, le quedaba cómoda, no necesitaba mucho espacio, él estaba solo.
Mientras ordenaba sus cosas: la ropa, sus libros; puso en su grabador un cd de Frank Sinatra. Así se pasó todo el día ordenando, escuchando música y limpiando. Era un chico muy cuidadoso, ordenado y precavido. Solía siempre cerrar la puerta de su cuarto con llave, una de las tantas cosas que sus padres le reprochaban.
A la mañana siguiente se despertó de muy buen humor, salió y lo vio al viejito que estaba regando sus plantas, tenía un jardín hermoso con azucenas, lilas, dalias, rosas, jazmines, una hermosa glicina, y otros tipos de flores. No dudó en saludarlo, le dijo alegremente con una gran sonrisa: "¡Buen dia señor! es un hermoso día ¿no lo cree?", a lo que el viejito le respondió: -"Hola joven ¡vaya, sí que lo es!
-¡Tiene unas hermosas flores! -Agregó el joven con voz clara y con ganas de conversar.
-Gracias. Todas las mañanas las riego. Las cuido como si fueran personas, a las flores hay que tratarlas como se merecen, aparte es lo único que me queda, yo vivo solo, no converso con muchas personas, no les agrado a muchas personas y la verdad no se por qué.
-¡Oh! pero a mi me parece bastante agradable, creo que es una persona tranquila. Me ha tratado muy bien, con gran amabilidad. 
-Es que tú me caíste bien, eres un buen chico, inteligente, guapo. No me insultas como los otros.
-¿Otros? ¿Quiénes otros te han insultado? -Preguntó el joven con gran curiosidad.
-Una vez mientras caminaba hacia la verdulería, se me acercó una niña, de unos 12 años, adorable, me acuerdo que tenía una carita angelical. Me dijo si podía darle algunas monedas para poder comprar no sé que cosa. Y la verdad no me pude resistir a su encanto. Busqué inmendiatamente en mis bolsillos pero tenía la plata justa, no me sobraba nada para darle, así que le pedí que me acompañara a mi casa para poder darle las monedas que élla tanto quería. Pero cuando nos volviamos llegó, hem... creo que era el tío, y la tomó muy fuerte del brazo a élla y se la llevo a la casa ,y me empezo a insultar, luego llegaron otros chicos y me decian cosas muy feas. Me pone un poco mal recordar esto. -se toma el pecho con su mano derecha y respira dificultosamente.
Atento Mariano lo escuchaba, y con bronca le dijo: -¡Que imbéciles! Tu solo querías ayudar. ¡Valgame Dios, si hay gente loca!
-Desde ese entonces me da un poco de miedo salir a la calle, solo lo hago si es necesario nada más. -Agregó apresuradamente como si se hubiese olvidado de decirlo.
-Quédese tranquilo, cualquier cosa que necesite no dude en pedírmelo, algún mandado, lo que sea. -le dijo el joven, entusiasmado.
-Gracias, muy amable. ¿Y ahora joven, adónde va? - Preguntó con curiosidad y mirando de reojo.
-A la panadería. Respondió. Voy a comprar algo para desayunar ¿Quiére que le compre algo?
-Bueno, ya que te ofreces. El viejo saca de su bolsillo derecho un billete de 20$, se lo da al joven y luego le dice: ¿Puédes traerme un cuarto de bizcochitos?
-¡Claro! Ahí vengo. -Respondió el joven. Y caminando firmemente se fue a comprar.
 Cuando volvía pensaba en su nueva vida y disfrutaba el hecho de estar solo. Le dejó los bizcochitos al viejo, le dio su vuelto y entro a la casa. Otra vez puso el mismo cd de Frank Sinatra y lo escuchaba mientras desayunaba, y mecía su cabeza de un lado para el otro siguiendo las melodías de las canciones.
El viejo cuando terminó de regar las plantas entró a la casa, tomó la bolsita con bizcochitos, se metió uno de entero a la boca, puso una terrible cara de asco y luego lo escupió. Tomó la bolsa y la tiró a la basura. Luego sacó de la heladera una botella oscura, se sirvió en un vaso y lo bebió apresuradamente, como si se le hubiera secado la garganta.
Y así pasaron los días. Mariano se hizo amigo del viejo. Cuando se veían intercambiaban algunas palabras, mayormente por la mañana porque a la tarde y a la noche no se lo veía al viejo andar por su jardín.
Una noche calurosa la cual los grillos cantaban como nunca. El viejo mientras preparaba su cena escuchó un ruido que provenía de la casa del joven. Se acercó a la ventana, corrió sus cortinas y se fijó que pasaba. Vio que la luz de adentro de la casa estaba encendida. No le dio mucha importancia y siguió cocinando. Pero a los pocos segundos escuchó otro ruido, éste fue como un grito de ayuda. El viejo salió apresurado y golpeó la puerta de la casa del joven, dio varios golpes uno más fuerte que otro: –¡Mariano! ¡Mariano! ¿Estás ahí? ¿Te pasó algo? Intentó abrir la puerta pero estaba cerrada con llave. Acercó su oído a ella y escuchó una música. El disco de Frank Sinatra estaba sonando. Luego volvió a su casa, inmediatamente tomó el teléfono y llamó a la policía.
A los cinco minutos golpearon la puerta. El viejo abrió y desesperado les dijo: -Escuché un grito, fue en el fondo de mi casa, fue en la casa que está ahí atrás, y no la puedo abrir porque está cerrada con llave. ¡Por favor, vengan a revisar! –éstas últimas palabras las dijo casi quedándose sin aire.
-Cálmese, cálmese abuelo que le va agarrar un ataque –con voz pausada le dijo un policía. Eran dos los que habían ido esa noche.
Pasaron y luego caminaron por un pasillo que los llevó hasta el fondo. Uno de ellos se tropezó con un sapo que se interpuso en su camino, éste lo miró e hizo un fuerte ruido con su barriga, el oficial lo ignoró y siguió caminando. Después de unos fuertes golpes ocasionados por ellos lograron derribar la puerta, cuando entraron inmediatamente notaron el cuerpo de Mariano tirado arriba de la mesa con manchas de sangre en la parte de atrás de su pantalón. Uno de los policías lo inspeccionó, le tocó la carótida buscando el pulso pero se dio cuenta que estaba muerto. El estaba frio y muy pálido.
-¡Balboa! ¡Balboa vení! Gritó el policía asustado. Al darse cuenta que no contestaba, caminó unos pasos muy lentamente y de un manotazo empujó la puerta del baño. Este olía muy mal, apenas se podía respirar, el oficial inmediatamente se tapó la boca y la nariz con su mano derecha. Arrimó más su cuerpo y ahí lo vio, estaba sentado contra la pared, blanco como la leche, con los ojos muy hinchados, tanto que casi se le salían para afuera, el pantalón lo tenía desabrochado , y el miembro totalmente mutilado. Las paredes tenían marcas de manos con sangre y el inodoro estaba horriblemente asqueroso.

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