viernes, 25 de noviembre de 2011

Muchas veces

El tiempo es perfecto, es conciso,
y las palabras son excusas.
Esas cosas que nos recuerdan al pasado,
muchas veces nos leimos los labios,
muchas veces nos miramos a los ojos;
qué más nos puede pasar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

La mujer y su gata

-¡La vi, vino a mi casa! –Exclamó con alegría-
-¡No te puedo creer! ¿Y es como todos dicen qué es?
-¡No! Es mucho mejor. Cuando la vi, sentí como si muchas hormigas me estuviesen caminando por la espalda. Una sensación extraña y a la vez interesante.
-No todos pueden ganar su confianza. Estoy feliz porque al fin lo lograste, mi buen amigo.
- Con mucha pasión miraba la colección de cuchillos afilados en mi cocina.
-Me hubiera gustado ver esa escena, pero como ella tiene un gato, de seguro lo llevó, ¿no? Yo soy alérgico a los gatos.
- Si, lo trajo a casa.
-Ese gato la acompaña a todo lugar que vaya, no se le despega por nada del mundo.
- La forma que lo acariciaba ¡qué manos que tenía! Una mano grande, muy grande, blanca como la harina y sus uñas pintadas de negro. Cada caricia que le daba parecía que estuviese tocando el piano. Hasta podía llegar a escuchar su melodía. El aire que se respiraba en ese momento era melodía. Una hermosa melodía.
-¿Y la gata qué hacia?
-La gata me miraba de una forma la cual jamás me habían mirado anteriormente. Con cada caricia que recibía ronroneaba y movía su cola larga. Me miraba como diciéndome algo. A los segundos pasados nos seguíamos mirando hasta que no resistí los nervios que me producía y aparté mi mirada. ¿Sabés una cosa? Me enamoró ¡así es! ¡me enamoró! Te lo digo sin vueltas, me enamoré de su gata. Tenía muchas ganas de acariciar su hermoso pelo, quería posar mi mano en su cabeza, y que me la lama con su hermosa lenguita seca. Quería hacerla sentir bien con mis caricias.
-¿Pero acaso no la acariciaste?
-No, porque me daba vergüenza, aunque tampoco sé si era vergüenza. Sentía que no era lo correcto. A quien le tenía que prestar atención era a ella no a la gata.
-   ¡ah!... ¿Y antes de que se fueran, le regalaste algo a la señorita por lo menos?
-¡Si, claro! Le regalé un ramito de albáhaca que tenía en mi jardín. No me acuerdo quién me había dicho que le encanta la albahaca.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Haber ella tan bonita cómo toma la cervezita

-¡Haber ella tan bonita cómo toma la cervezita! ¡dale! no seas así, tomá un poco, este vaso nomás. ¡Está fresquita y la cervecita está muy rica! Encima hace calor así que viene barbaro.

-mm...mm... bueno, ¡pero sólo este vaso! (y se lo bebió hasta no dejar una gota)

- ¿Estuvo rica? ¿sabe muy rica la cervecita, viste?

-si, estuvo rica. -Respondió la joven secándose sus labios pintados de rojo, con su lengua-

-tomate otra vasito más, si te gustó pues entonces no puedes privarte de tomar otro vasito más.

Y así el hombre la seguía convenciendo de que tome más y más vasos de cerveza.

-¡Muy bien! ¡viste qué rica la cervecita! Mirá que ahora viene el tequila! ¡HE POTOTO TRAE EL TEQUILA! (a los pocos segundos viene el jorobado Pototo con su clásica risa estúpida con una bandeja donde se apoyan una botella de tequila y dos vasos con hielo)

-¿Viste Pototo qué linda que es la chica?

- Si! si! si! <responde entusiasmadamente movimiendo su cabeza> y apoya las cosas encima de la mesa.

-Bueno Pototo ya no te necesitamos, andá para allá! <le hace una seña con su mano derecha> Bueno... ahora vamos a tomar el tequila! (sirve en dos vasos, uno se lo queda el y el otro se lo asoma a ella) Tomate el tequilita que te va hacer bien ¡Es rico el tequilita! tiene hielito, es más rico con hielito!

-No, está bien, no quiero. Es muy fuerte para mi. -responde con voz dulce-

-Dale! Por favor! hacelo por mi! qué te cuesta, es solo agarrar el vasito y mandartelo de una! sin pensarlo, en solo una cuestión de segundo lo podés hacer.

La joven agarra el vaso y en un parpadeo logra vaciarlo de una manera extraordinaria en su boca. Luego mira fijamente al hombre con quien estaba sentada hablando, habre rapidamente su boca y emite un estruendoso eructo. Fue tan pero tan ruidoso que lo escucharon todas las personas que habitaban el lugar. Se quedaron todos en silencio mirandose unos a los otros con cara de espanto sin entender lo que había pasado.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Creeme

Eso que sientes es real,
Sino pregúntale a mis ojos.
Quítate la duda y luego nos iremos hacia el mar.
Fumaremos el pasado. Embriagados lo dejaremos ir.
Ahora no nos corre el tiempo. Haz que parezca verano.

Sirve un trago mientras la espío,
Qué bien vestida está!
Y que gris se ve todo.
La necesito tanto que ya el humo del cigarrillo no me molesta.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Un largo día

Después de un día tan largo, mis piernas deben festejar que están quietas.

Mis brazos duermen, aunque si lo deseo los podría despertar.

 Mis oídos calmos, los siento más atento que en cualquier otro día, hasta podría decir que escucho las palpitaciones de mi corazón, cómo no escucharlas si sus movimientos son más bruscos que lo normal.

Con esta calma, otro en mi lugar dormiría, yo no quiero dormir, ni aunque mi cuerpo me lo pida. Prefiero tener mi mente atenta, fresca. No quiero que pase el tiempo y arruine y modifique el recuerdo de hoy.

martes, 8 de noviembre de 2011

Gangliani

Lunes 10 de julio del 2000. Pleno invierno. Una noche muy fría, tal como lo anunció el pronóstico del día anterior.
En un pequeño pueblo, muy alejado de la ciudad, vive Gangliani. Su pequeña casa se sitúa escondida entre chatarras. Más que casa parecía una cueva donde vivía, era un lugar muy rancio con un olor insoportable.
Él es un viejo de unos 60 años, barbudo, muy flaco, petiso como un duende y de muy malhumor. Siempre anda sucio, nunca se baña, huele muy mal y tiene una graciosa sonrisa cuando rara vez  sonríe. Es muy depresivo. No sale casi nunca de su cueva, les tiene miedo a las personas. Siempre está solo, y de su familia no se sabe nada. Algunas veces se da cuenta de su gran soledad, a tal punto de que se la pasa hablando solo, se pregunta cosas y después de un silencio de reflexión se responde a sí mismo.
Como ya es de noche, Gangliani empieza a cocinar. Toma una caja de fósforos, prende la hornalla de su cocina, luego pone una olla con agua junto con algunas verduras y carnes, que afortunadamente encontró hoy a la tarde en buen estado dentro de una bolsa de basura. Y deja que se cocinen un rato, mientras se sienta en un cajón y comienza a afilar su cuchillo, (regalo de su único amigo que murió de sida) con una piedra.  
Después de unos minutos, Gangliani se levanta, toma un palito de madera y revuelve la comida, mientras con su mano izquierda deja caer en ella una buena cantidad de sal. Asoma la cabeza por encima de la olla dándole el vapor directo a la cara y sonríe hambriento disfrutando el vapor y el aroma. Luego lava su bandeja de plástico, se acerca a la olla y con énfasis saca con un tenedor  la carne y las verduras. Apoya el plato en la mesa y comienza a comer desaforadamente. Al terminar, con un trapo viejo se limpia la barba y la boca. Luego se queda anonadadamente mirando la nada durante un rato, sus pupilas se dilatan, respira profundamente  y en silencio limpia el cuchillo con el mismo trapo que se limpió la barba. Toma una bocanada de aire, se levanta apresurado, con el cuchillo en la mano, como si estuviera fuera de sí. Y sale afuera, hace frio, pero parece no importarle.
 Camina por las veredas de tierra y de repente ve que se acerca una muchacha joven, muy linda de pelo oscuro, ondulado, vestida con una pollera larga, y en el cuello se posa un collar con una piedra verde en el medio. Gangliani la mira con los ojos bien grandes, como si hubiera visto un bicho raro, comienza a transpirar y rápidamente se esconde a un costado detrás de un árbol.
La hermosa chica se acerca de apoco, con pasos firmes, hasta pasar el árbol. Gangliani la mira de atrás como se va, respira profundo y sin pensarlo corre tras de ella. A los pocos metros de distancia la toma violentamente por el cuello con su brazo izquierdo y con el otro le pone su cuchillo cerca del mentón. Gangliani respira con dificultad mientras oye a la joven llorando y suplicándole que no le haga nada. Luego baja la mirada y con un gesto que muestra compasión le saca el cuchillo del mentón y con su otra mano la empuja suavemente deseando que se vaya rápido. La chica asustada sale corriendo, a los pocos metros ya no se la ve. El viejo con cara de triste se queda mirando hacia la dirección donde corrió la joven. Luego guarda su cuchillo y comienza a caminar, camina y camina hasta que sin querer se atropella con otra joven,  levanta la mirada, cuando la ve inmediatamente la toma por el cuello con ambas manos, pero a los pocos segundos la cara de sufrimiento de la joven vuelve a apiadarlo y la suelta bruscamente. Ella escapa y él nuevamente se queda mirándola cómo se va.
 Cansado de haber caminado decide volver a su casa. Mientras lo hace, un hombre con uniforme de policía se acerca corriendo a gran velocidad hacia él, se escuchan los gritos de una joven decir “¡es él! ¡es él! Gangliani se queda paralizado, sin decir nada. El policía le indica que ponga las manos contra la pared y lo a sujeta con las esposas. La joven agitada se acerca y el policía gritando le pregunta al viejo: ¿Quisiste asesinar a esta joven, no? ¡Viejo de mierda! ¿He? ¡Contestame! El viejo paralizado, temblando y con lágrimas en los ojos, lo mira sin decir nada. El policía enojado y muy nervioso mira para sus costados, respira profundo y con su revólver le apunta a la cabeza, y luego le grita nuevamente: ¡Contestame! El viejo temblando, muerto de miedo, no dice ninguna palabra, solamente lo mira. Luego se escucha un estruendoso ruido producido por el revólver del oficial y Gangliani cae al suelo.      

viernes, 4 de noviembre de 2011

Mosquito

Quiero que se muera ese mosquito.

Que se ahogue en un vaso de vino.

Que sea aplastado por el golpe de una mano.

Que un sapo lo coma mientras vuele en el jardín.

No importa cómo, no importa dónde,

sólo quiero que se muera ya.