martes, 8 de noviembre de 2011

Gangliani

Lunes 10 de julio del 2000. Pleno invierno. Una noche muy fría, tal como lo anunció el pronóstico del día anterior.
En un pequeño pueblo, muy alejado de la ciudad, vive Gangliani. Su pequeña casa se sitúa escondida entre chatarras. Más que casa parecía una cueva donde vivía, era un lugar muy rancio con un olor insoportable.
Él es un viejo de unos 60 años, barbudo, muy flaco, petiso como un duende y de muy malhumor. Siempre anda sucio, nunca se baña, huele muy mal y tiene una graciosa sonrisa cuando rara vez  sonríe. Es muy depresivo. No sale casi nunca de su cueva, les tiene miedo a las personas. Siempre está solo, y de su familia no se sabe nada. Algunas veces se da cuenta de su gran soledad, a tal punto de que se la pasa hablando solo, se pregunta cosas y después de un silencio de reflexión se responde a sí mismo.
Como ya es de noche, Gangliani empieza a cocinar. Toma una caja de fósforos, prende la hornalla de su cocina, luego pone una olla con agua junto con algunas verduras y carnes, que afortunadamente encontró hoy a la tarde en buen estado dentro de una bolsa de basura. Y deja que se cocinen un rato, mientras se sienta en un cajón y comienza a afilar su cuchillo, (regalo de su único amigo que murió de sida) con una piedra.  
Después de unos minutos, Gangliani se levanta, toma un palito de madera y revuelve la comida, mientras con su mano izquierda deja caer en ella una buena cantidad de sal. Asoma la cabeza por encima de la olla dándole el vapor directo a la cara y sonríe hambriento disfrutando el vapor y el aroma. Luego lava su bandeja de plástico, se acerca a la olla y con énfasis saca con un tenedor  la carne y las verduras. Apoya el plato en la mesa y comienza a comer desaforadamente. Al terminar, con un trapo viejo se limpia la barba y la boca. Luego se queda anonadadamente mirando la nada durante un rato, sus pupilas se dilatan, respira profundamente  y en silencio limpia el cuchillo con el mismo trapo que se limpió la barba. Toma una bocanada de aire, se levanta apresurado, con el cuchillo en la mano, como si estuviera fuera de sí. Y sale afuera, hace frio, pero parece no importarle.
 Camina por las veredas de tierra y de repente ve que se acerca una muchacha joven, muy linda de pelo oscuro, ondulado, vestida con una pollera larga, y en el cuello se posa un collar con una piedra verde en el medio. Gangliani la mira con los ojos bien grandes, como si hubiera visto un bicho raro, comienza a transpirar y rápidamente se esconde a un costado detrás de un árbol.
La hermosa chica se acerca de apoco, con pasos firmes, hasta pasar el árbol. Gangliani la mira de atrás como se va, respira profundo y sin pensarlo corre tras de ella. A los pocos metros de distancia la toma violentamente por el cuello con su brazo izquierdo y con el otro le pone su cuchillo cerca del mentón. Gangliani respira con dificultad mientras oye a la joven llorando y suplicándole que no le haga nada. Luego baja la mirada y con un gesto que muestra compasión le saca el cuchillo del mentón y con su otra mano la empuja suavemente deseando que se vaya rápido. La chica asustada sale corriendo, a los pocos metros ya no se la ve. El viejo con cara de triste se queda mirando hacia la dirección donde corrió la joven. Luego guarda su cuchillo y comienza a caminar, camina y camina hasta que sin querer se atropella con otra joven,  levanta la mirada, cuando la ve inmediatamente la toma por el cuello con ambas manos, pero a los pocos segundos la cara de sufrimiento de la joven vuelve a apiadarlo y la suelta bruscamente. Ella escapa y él nuevamente se queda mirándola cómo se va.
 Cansado de haber caminado decide volver a su casa. Mientras lo hace, un hombre con uniforme de policía se acerca corriendo a gran velocidad hacia él, se escuchan los gritos de una joven decir “¡es él! ¡es él! Gangliani se queda paralizado, sin decir nada. El policía le indica que ponga las manos contra la pared y lo a sujeta con las esposas. La joven agitada se acerca y el policía gritando le pregunta al viejo: ¿Quisiste asesinar a esta joven, no? ¡Viejo de mierda! ¿He? ¡Contestame! El viejo paralizado, temblando y con lágrimas en los ojos, lo mira sin decir nada. El policía enojado y muy nervioso mira para sus costados, respira profundo y con su revólver le apunta a la cabeza, y luego le grita nuevamente: ¡Contestame! El viejo temblando, muerto de miedo, no dice ninguna palabra, solamente lo mira. Luego se escucha un estruendoso ruido producido por el revólver del oficial y Gangliani cae al suelo.      

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