jueves, 26 de mayo de 2011

La mujer que se maquillaba exageradamente

La mujer que se maquillaba exageradamente, un día salió a hacer unas compras. Ella casi nunca sale, no le gusta mostrarse en público. Esta vez decidió hacerlo porque no quedaba nada para cocinar. Si el lobo llegara a su casa y no tuviera, como siempre, su plato de comida servido en la mesa, se enfadaría mucho y podría llegar a comerla a élla.
Toma un poco de dinero, dos bolsas grandes e inmediatamente sale de la casa y caminando rápido con pasos cortos comienza su rumbo.
Cuando llega, ve que está cerrado y que en la persiana hay un cartel pegado que dice: “cerrado por duelo”. Después de leerlo, se fastidia un poco al darse cuenta de que va a tener que caminar hasta el próximo almacén que está a unas seis cuadras. Mascullando, con la cabeza agachada se dirige hacia el próximo almacén.
Al llegar, compra un variado de verduras, carne y algunos condimentos. Los coloca dentro de las bolsas, paga y se retira.
Caminando de vuelta a su casa, observa que una gota grande y cristalina cae en su brazo izquierdo, al sentirla, curiosamente se detiene y mira al cielo, está negro, como sacado de una película de terror. Ella no había advertido lo nublado que estaba. Con cara de asustada comienza a caminar desesperadamente. A los pocos segundos, comienza a caer una gota tras otra, hasta que se larga a llover completamente y se asusta más que antes. Las gotas que resbalan en su cara, le van sacando el maquillaje de apoco.
En una esquina, justo cuando iba a cruzar la calle, la detiene un hombre de unos llamativos ojos celestes, alto, morocho, con traje y con un paragua grande en la mano derecha, - disculpe señorita, sabe dónde queda la parada de autobuses? . Ella cansada de llevar las bolsas, se detiene, lo mira con timidez, y con su voz dulce y bajita le responde: - sí, tiene que caminar tres cuadras por esta calle, luego doble a la izquierda y a media cuadra, se va a encontrar con un cartel que dice “parada de autobuses”. El hombre escuchándola atentamente, se queda maravillado por la belleza de sus ojos, a lo que luego dice: - Muchas gracias! Es usted muy amable! Solo déjeme decirle una última cosa si no es mucha molestia.                                                                                             
- Dime.                                                                                                                                                                   -Es usted una hermosa mujer! Me he enamorado de sus ojos y su voz tan angelical. Sin intención de ofender déjeme que la invite a tomar un café.
Colorada como un tomate, al escucharlo, rápidamente aparta la mirada y le dice: - gracias!. E inmediatamente comienza a caminar, dejándolo al hombre solo. Este muy sorprendido y confundido la mira como se aleja apresuradamente y luego se pregunta para si mismo: “¿se habrá ofendido?”.
La mujer agitada y con respiración dificultosa se alivia al saber que faltan pocos metros para llegar. Todavía puedo sentir su vergüenza.
Se escuchan las gotas que caen en el asfalto, como una orquesta, mezclándose con ruidos de bocinas de los autos que pasan deprisa.
Cuando llega a su casa, saca de su bolsillo las llaves, la coloca en la cerradura de la puerta, pero antes de girarla, se queda pensante por unos segundos, luego mira hacia atrás, como si esperara ver a alguien, pero solo ve arboles mojados tambaleándose, el viento que hace volar a una bolsa por los cielos.
Una vez adentro, deja las bolsas arriba de la mesada, luego del armario de su cuarto saca una toalla. Mientras se seca camina hacia el baño, se mira en el espejo y observa que la lluvia le había sacado todo el maquillaje, pone cara de asombro y luego con una mirada bloqueada se queda pensando en aquel hombre.



martim

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